El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


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18º ronda de cuentos: Entrega

Las palabras empleadas han sido: sombra, solitario y paradigma.

Pasan las horas, días, meses y años, pasan dejando su huella y las memorias que luego hemos de recordar. Cambian las estaciones, los ambientes, las modas, los cantos, pero otras cosas siempre han de vigentes estar.
Cambia la vida y su significado, primero lograr vivir, luego intentar dejar vivir a los demás. Primero, intentar pacíficamente morir, luego, lograr la muerte rechazar.
Y aunque todo es constante en su cambiar, yo sigo aquí, cansado de siempre esperar, pero tampoco tan desanimado como para dejar de soñar, es el beneficio que me otorga mi simple humanidad, es poder nuevamente brillar y vibrar, es poder sin medir dar y nada a cambio clamar.
Sé que sólo soy un solitario sin una voz con la cual hacerte creer, sin palabras con poder, sin unos ojos que afuera le dejen ver, sin fuego en donde poder arder, sólo con un corazón que no sabe aún reconocer entre lo bueno y lo malo que puede hacer, tanto a sí mismo como a quien menos imagine o desee reblandecer o por el contrario, enardecer.
Un árbol cuya sombra no brinda cobijo, pero que el inclemente sol no deja de secar, raíces profundas me atan a esta tierra y me pregunto: ¿Cuándo lloverá?, gotas me esperan, lo sé, pero quizás de arriba no precisamente vendrán…
Comprender paradigma de una vida que no vivo, es igual de inútil que odio brindar, no espero, sólo sucederá…

Snakenight.

Cuento: Un día diferente

Palabras utilizadas: paradigma, sombra y solitario.

Yo era una persona estándar, mis aspiraciones eran comunes, y mis temores, ordinarios. Mis pasos por la rutinaria vida eran como un reloj, siempre enmarcados en el mismo círculo. Que frágil aquella falsa estabilidad, cuando irrumpió en mi vida la muerte.
            Caminaba yo por la misma calle de todas las mañanas rumbo al trabajo cuando la vi, frente a mí a un par de metros de distancia. Nadie más la veía, solo yo era capaz de vislumbrar el aura obscura como sombra que emanaba y su figura de lobo negro con brillantes ojos amarillos.
            Me detuve de golpe al verlo y frente a mí cayó una viga gruesa y pesada proveniente de una construcción. Empapado en sudor frío salí corriendo en cualquier dirección menos la usual. Lo vi otra vez a mi costado mientras corría y a duras penas pude esquivar un coche sin frenos que casi me arrolla. Seguí corriendo y llegué a ver a aquel obscuro animal en las escaleras del tren, en callejuelas solitarias, en ventanales de tiendas, etc. Hasta que  dejó de perseguirme y pude recobrar el aliento. Falté por primera vez al trabajo, por primera vez tomé una ruta diferente y por primera vez experimenté verdadero miedo.
Me refugié en una plazoleta a observar con detalle la luna, me percaté que no lo había hecho desde mi infancia; cuando solía hacerlo con frecuencia. Apareció entonces un zorro blanco sobre los adoquines de la plaza y se aproximó a mí. Me resultó curiosamente familiar.
Me explicó que su nombre era Yurugu, El maestro de la adivinación; la única criatura que conoce la primera palabra de Dios. Me dijo que él y yo habíamos estado unidos desde mi nacimiento por hilos invisibles; y que todo lo que había visto era la habilidad con la que había nacido para las premoniciones; por lo tanto al despertar, lo que había soñado iba a ocurrir. Justo a esta hora debería estar debajo de una viga, sin embargo gracias a este paradigma cambié un poco los planes y ahora sostengo un boleto de tren en una mano y un pequeño maletín con ropa en la otra.
-Hoy será un buen día, lo presiento –dije tomando el asiento al lado de la ventana.

18º ronda de cuentos

No sé como actuar, que decir, que hacer. Soy sombra solitaria incapaz de moldearse a este tribunal cotidiano que merodea a mí alrededor. No soy más que una burda imitación de lo que los demás esperan de mí, una mera complacencia de los caprichos ajenos, del orgullo de alguien más. Sus paradigmas me alzan a sus antojos, como marioneta rota de hilos enredados, como velero perdido dentro de tormentoso destino, como prisionero que usa su mente como único escape en medio de sus crueles interrogadores. Camino sin rumbo por estos ostentosos pasillos, por calles sin sentido y de contornos perdidos, sombras sin dueños, sin importancia alguna para mí. Y simplemente camine y camine. Intentando olvidar, intentando recodar, una época en la que nunca viví. Los largos y angostos caminos de tierra, bóvedas boscosas sobre mí, un aire sin vicios, el sonido solitario de los múltiples latidos vibrando a mí alrededor. Y seguí caminando, con la esperanza vana de llegar hasta allí, con la fe ingenua sobre mis hombros, de que el camino nunca se acabara.
r.asuaje

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