El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


Cuento: Un día diferente

Palabras utilizadas: paradigma, sombra y solitario.

Yo era una persona estándar, mis aspiraciones eran comunes, y mis temores, ordinarios. Mis pasos por la rutinaria vida eran como un reloj, siempre enmarcados en el mismo círculo. Que frágil aquella falsa estabilidad, cuando irrumpió en mi vida la muerte.
            Caminaba yo por la misma calle de todas las mañanas rumbo al trabajo cuando la vi, frente a mí a un par de metros de distancia. Nadie más la veía, solo yo era capaz de vislumbrar el aura obscura como sombra que emanaba y su figura de lobo negro con brillantes ojos amarillos.
            Me detuve de golpe al verlo y frente a mí cayó una viga gruesa y pesada proveniente de una construcción. Empapado en sudor frío salí corriendo en cualquier dirección menos la usual. Lo vi otra vez a mi costado mientras corría y a duras penas pude esquivar un coche sin frenos que casi me arrolla. Seguí corriendo y llegué a ver a aquel obscuro animal en las escaleras del tren, en callejuelas solitarias, en ventanales de tiendas, etc. Hasta que  dejó de perseguirme y pude recobrar el aliento. Falté por primera vez al trabajo, por primera vez tomé una ruta diferente y por primera vez experimenté verdadero miedo.
Me refugié en una plazoleta a observar con detalle la luna, me percaté que no lo había hecho desde mi infancia; cuando solía hacerlo con frecuencia. Apareció entonces un zorro blanco sobre los adoquines de la plaza y se aproximó a mí. Me resultó curiosamente familiar.
Me explicó que su nombre era Yurugu, El maestro de la adivinación; la única criatura que conoce la primera palabra de Dios. Me dijo que él y yo habíamos estado unidos desde mi nacimiento por hilos invisibles; y que todo lo que había visto era la habilidad con la que había nacido para las premoniciones; por lo tanto al despertar, lo que había soñado iba a ocurrir. Justo a esta hora debería estar debajo de una viga, sin embargo gracias a este paradigma cambié un poco los planes y ahora sostengo un boleto de tren en una mano y un pequeño maletín con ropa en la otra.
-Hoy será un buen día, lo presiento –dije tomando el asiento al lado de la ventana.

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