El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


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10º ronda de cuentos

El clinc clinc de unas campanas lejanas me despiertan, un rayo de luz atraviesa la serenidad de mi habitación inundándolo todo, me visto, no hay un solo espejo, aquí eso es innecesario. Salgo al frescor matutino llena cada poro de mi piel, de mi alma. A mi derecha un hombre y su mujer regresan con sus rebaños luego de tomar agua, los beee y los muuu expresan un agradecimiento más allá de cualquier simple cortesía. Me saludan alegres al verme, yo hago lo mismo antes de tomar mi maletín y avanzar por el largo sendero que lleva hacia el santuario. El trinar de las aves envuelve todo dentro de algún tipo de mágico encantamiento a medida que avanzo por el estrecho y solitario sendero. El mundo de la pequeña aldea, su sencillez perfeccionada, recorre mi visión en una magnifica exposición de serenidad. Es increíble como puede cambiar la vida, una vida que creímos nos pertenecía pero que en realidad estaba fundamentada en la nada. La imposibilidad de creer en algo, de sentir conexión alguna hacia las “creencias” en las que me criaron, las cuales debían ser la base de mi vida, jamás sentí conexión alguna, no pude, incredulidad lo llamaron algunos, ser carente de fe la mayoría. El desprecio moral del lugar al queme decían que pertenecía me expulso de allí, no podía soportar los murmullos de juicio y sentencia, el verdugo que represento para mi ser diferente, negarme a creer y desarrollar una serie de ritos y creencias que sencillamente eran absurdas para mi, carente de sentido, hipócritas en su mayoría, no quería creer, eso era todo. Vague por un tiempo pero no necesariamente errante, olvide quien fui para poder ver todo desde otra perspectiva, dejar mis vanidades de lado, recorrí un sendero sin fe, sin creencia, sin moral preestablecida… ese sendero me llevo a los mas oscuro de la humanidad, si es que esto en realidad existía en mi concepción de la vida, toque fondo y la miseria inundó insaciable mi alma, riendo a carcajadas, perversa e inhumana… un día ese clinc clinc de esta mañana me despertó, las risas de los niños llenaban el aire de una inconfundible inocencia, de vida. Me levante como pude, múltiples moretones cubrían mi cuerpo, pero las cicatrices en mi cerraban sin luchar, dejando ese tipo de marca de la que los antiguos guerreros tanto se enorgullecían en lucir, una prueba ante el mundo de que habían sobrevivido, un recordatorio para ellos mismos de que no eran invencibles. Han pasado años desde que empecé a recorrer el sendero en el que me encuentro actualmente, la sencillez de la vida, contraria a la maltrecha fe en la que me criaron, me inundo de inmediato, fue como regresar a casa luego de un viaje terrible a las profundidades de la inmundicia humana. La adopción fue inmediata, sin protocolos, sin preguntas, sin estigmas, esta tierra era mía, esta fe siempre estuvo en mí… El correr del agua a mi izquierda me saca de mis pensamientos, me quito los zapatos antes de entrar al templo y por un momento veo mi reflejo en el agua, que diferente es este ser que me mira, la paz inunda cada recoveco de su alma… que maravilloso es creer y estar finalmente en casa…
r.asuaje

10ma. Ronda de Cuentos: Esperanza.

Los términos empleados han sido: Nihilismo, sendero, naturalización y onomatopeya (tic tac).

Una mente en blanco que divaga luego del éxtasis total del pensamiento; incesantes recuerdos que florecen sin ganas de detenerse. El tic tac del reloj se hace imperceptible al igual que todo aquello a su alrededor. Se siente como un ser nihilista, carente de sentido o fin, se siente como un ser despreciable, ausente, sin un motivo por el cual realmente vivir.
Una mirada al vacío, a la nada, es lo único que le queda. Sensación de humedad de las cuatro paredes que le rodean y se naturalizan en sí mismo, cual especie invasora que destruye toda la hermosura de su interior. Ganas de gritar pasmadas por el miedo infinito de no querer continuar viviendo así o de algún otro modo…
Algo surge de la nada… Algo indivisible, mucho menos comparable. Calidez y optimismo que se generan como contraparte a lo antes sentido. Ráfagas de ideas, una y otra vez, comienzan a llenar la mente de quien vacío se encontraba. Una sonrisa de satisfacción, de novedad, brilla en el rostro de quien ya sentía no poder sonreír jamás…
Porque no siempre se necesita de un espejo para ver tu reflejo,
Porque un grito no solo es de dolor sino que puede ser de suprema felicidad,
Porque una lágrima derramada no siempre será motivo de tristeza,
Porque la vida misma nos trae vivencias de intensidad mortal,
Porque el sendero a seguir puede o no ser visible… la inmensidad y belleza del mismo dependerá de tu convicción de querer andar,
Porque aquello que se ha manifestado es la esperanza… no podía ser algo más…
Snakenight.

10° ronda: junto al río

Escrito por Simón Blasco:


Palabras utilizadas: Nihilismo, sendero, naturalización y onomatopeya

Me he despertado, he despertado en esta habitación, he abierto los ojos aquí, dispuesto junto al río, donde oigo pasar con el correr de sus aguas murmullos de frustración. Recojo mi cuerpo del frío piso pulido e inicio mi caminata  lo largo del sendero que ésta visión maravillosa y aterradora ha trazado para mi, siempre junto al río y ya nunca mas con él. Al caminar oigo las voces de mi familia, amigos y queridísimos enemigos que nadan dejándose arrastrar alegremente en las aguas frías sobre las cuales me mecí lleno de bendita ignorancia; sus voces no son más que la dulce onomatopeya del genio sin inspiración, del espíritu sin preocupación; aquel falto no de talento o impulso sino de nueva significación que encontrar en el mundo, imposibilitado de sufrir la fiebre pasional del descubrimiento o de extasiarse en el opio de la verdadera inspiración. Como los envidio.

El camino dispuesto frente a mi no es solitario, al otro lado del río se oyen voces de otros cómo yo, cada uno separado por nuestra visión, para mi es imposible verlos por entre las nubes de jueces que rondan siempre la rivera pregonando cataplasmas para el dolor de mis sueños. Pues son ellos, como aquellos, como yó: dueños todos de la verdad. Horas de viaje me llevan a destinos incomprensibles, lugares de maravillas que no deberían existir sobre suelo tan indigno, luz desorbitante me incita a dar un paso, el primero desde que mi despertar me separase del cauce y de mi camada y de su seguridad, aun los oigo pedir ayuda en silencio.

La luz quema mientras me implora el abandono de mi empresa, busca espantar de mi la voluntad para seguir mi sendero en la rivera del río. El marco abierto de la puerta trae consigo más voces de jueces con sus cachivaches para la vida eterna y el asco que aquello e trae no puede ser descrito, busco de nuevo el camino con premura ya que escuchar mas de ellos consagraría la naturalización una vez más en mí de ideales vacíos, asesinados el siglo pasado por pensadores que llegaron al fin de las ideas y que dejaron desenmascarado el cascaron vacío de esta mas reciente vuelta del mundo. He ahí a donde me dirijo, al fin de las ideas, con el propósito de saltar fuera del conocimiento, por ello me he desembarazado del rió pero estoy por siempre atado a el, es por ello que se levantan fortalezas y se trazan ideologías, para impedírmelo, para que ninguno de nosotros pueda rechazar este siglo de la nada y escapar de este nihilismo consumado al que nos condenamos nosotros mismos. La furia me invade por la indignación, el sendero está frente a mí y la luz me da pasaje, levanto mi pie por vez primera y corro hacia mi libertad, pero los jueces me atrapan, me reducen y me vencen, siento el frío de la droga corriendo por mi brazo las correas de nuevo, dormiré y mañana mi viaje comenzará de nuevo.

Simón Blasco

10° ronda: El costo del olvido



Palabras utilizadas: Nihilismo, sendero, onomatopeya (paf), naturalización.

-Puedo hacerte olvidar –dijo aquella persona enigmática frente a él. Lanzó un suspiro quebrado, y es que era incapaz de asimilar su propia realidad. Había realizado aquella búsqueda impulsado por la desesperación y luego sus pasos lo habían guiado allí de forma autónoma.
Y es que Adolf siempre había sido un ciudadano común, dedicado a su trabajo, nihilista, a veces poeta, menos veces músico, y nunca fumador. Así que su buen juicio negaba aquello, sin embargo el dolor tiene la curiosa propiedad de nublar el buen juicio, y te impulsa aferrarte a posibilidades en las que antes no creías; con tal de no naturalizar el dolor como un nuevo inquilino en tu vida.
Y es que hace 5 meses que Claire había cerrado sus ojos, y él no había podido contemplar el precioso color ámbar que adornaba su iris. Cuando descendía por el sendero que lo llevaba al trabajo ya ella no lo esperaba en el cruce de la calle 12 para encaminarse juntos. Ya no cocinaría postres para él. Ya no se sentaría con ella en algún local de la calle del teatro a tomar café y hablar de todo y de nada. No podría volver a quejarse de su desmesurado amor por los gatos o por su falta de puntualidad todos los sábados para ir al parque que quedaba cerca de la calle 15.  No podría volver a escuchar los latidos de ella recostado en su pecho ni el “paf” de la puerta por su mal hábito de aventarlas al estar apurada.
-Entonces… ¿podría olvidarla por completo? ¿Así “mágicamente”? –su falta de credibilidad aún resonaba en su cerebro y si demoraba más tiempo se convencería de que era un idiota por estar ahí –entonces ¿qué debo hacer?
-Solo debes tocar este objeto, y él retirará todos los recuerdos que tengas de ella –dijo la otra persona, colocando algo sobre la mesa de aquel reducido salón. Adolf intentó reconocer qué era, pero lo reconoció como un libro, una lámpara, un tigre, una ola. Se sintió mareado y confundido así que desvió su mirada.
-¿Cuál es el costo? –preguntó Adolf pensando en dinero. La otra persona fijó su mirada en él.
-El costo es el sendero, así como lo es el cruce de la calle 12, el color ámbar  o la calle de los teatros, o los gatos; el parque de la calle 15 así como lo es el sonido de un corazón que late o una puerta que resuena –sentenció –La olvidarás, lo que disipará el dolor; pero todo tiene su costo, y todas esas cosas que te recuerdan a ella perderán el significado que tienen para ti. Pasarán a ser solo partes de una ciudad, ruidos o cosas comunes.
Adolf vaciló un momento sumido en su profunda desgracia.
-Muchas gracias –dijo él. Tomó su sombrero y se marchó sin mirar atrás.

Escrito por Daya.dmg

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