El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


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Camino a través del pasillo, que a medida que avanzo noto que más largo es y la penumbra baña todo cuanto me rodea, como si la noche fuera eterna en éste lugar, como si el tiempo detenido estuviera, y nada llegara a su final.
Camino por instinto, con miedo a tropezar y caer o a algo inesperado toparme, el miedo se acrecienta y se apodera de mí, milímetro a milímetro.
El aire frío del ambiente me congela hasta el alma, y me hace necesario el caminar, el frío sudor corre, pero por el miedo nada más.
Una carcajada se escucha a lo lejos, maliciosa, llena de burla y mi corazón comienza a saltar, sé que me observa, pero no sé si está tan lejos como su risa me deja escuchar.
Tiemblo, con el pánico apoderándose de mí y comienzo a preguntarme ¿Por qué me metí aquí?
Lloro, y me fijo en que mi perspectiva es distinta a la que mi acechante tiene de mí: yo, miedo y él de ello se aprovechará, porque con miedo no pensaré en qué hacer, mientras el dominio será de él.
Si moriré igual, ¿Para qué entonces perder mi valor y dignidad?

Cierro mis ojos, respiro, dejo de temblar.
Acelero el paso, siento y dejo de en vano intentar mirar.
De todo me despido, recordando aquello que en vida más valor pude dar, porque en cualquier momento puede llegar mi final.
Sonrío, sin miedo, y la luz en un candelabro se deja vislumbrar.
Lo tomo y recorro el pasillo, que a muchas puertas me conduce, notando que solo estoy y que la risa fue el eco de mi temeroso pensar.

Y en las puertas comienzo a tocar, buscando a quien amablemente abra y no me detendré hasta en alguna poder entrar.


Sarasnake

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