Sé que es triste el momento, sé que debes despedirte, pero tanto yo como tú sabemos lo difícil que resulta marcharse y sentir que muy probablemente no habrá retorno. Siempre que se vuelve y han pasado los años nos encontramos con personas nuevas, todo distinto, todo cargado de experiencias que ni el fuego logra hacer desaparecer. Aunque te marchas, alguien te espera y al hacerlo su vida tampoco queda congelada porque la vida sigue andando y sin evidenciarse cambios físicos relevantes, a veces, crecemos y crecemos sin detenernos.
Es muy temprano en la mañana, radiante es la luz del sol de hoy, pero, al igual que tú, es un sol que no sabe cuánto más aún puede brillar. La brisa nos acaricia sutilmente, dejándonos por mensaje calma, paz y serenidad; todo aquello que no puedes experimentar ni disfrutar, porque nuestros ojos, al igual que el vidrio frio, solo conservan en el interior su real valor y se vuelven peligrosos al ser afectados, al hacernos pedazos, damos miradas cortantes, porque herimos sin control a todo aquel que intente ayudarnos, porque dejamos malheridos a quienes su manos extienden para hacernos retornar a la utilidad de la realidad.
Y aunque la espalda me des sin ánimos de voltear, te pido, hermano mío: No dejes de soñar, o dejes de intentar y más aún, mantén firmemente la ilusión de querer amar, de poder entregar sin pedir a cambio, de brindar con tu sonrisa mucha felicidad, de incentivar a la novedad, a la armonía y a la verdad… -Dice el hermano con cara de pena- Eso te diría, hermano, o te escribiría, si supiera que no te veré más, si te fueras a la guerra, o a explorar nuevos caminos, pero, ¿qué me responderías o qué me dirías en la misma situación?- fácil tu pregunta, responde el hermano menor: Sé que estarás bien en tu ausencia, te quiero, pero ¿Me dejas usar el auto mientras regresas?

Snakenight.