El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


cuento: Ojos de almendro

Cuentan antiguos bardos, que un día un alma errante, que no sabía donde iría, y mucho menos regresaría a lo que fue alguna vez, tropezó con una pequeña niña, de rulos castaños como la madera del almendro, piel clara moteada con tierra del trabajo de labranza, figura delgada y quebradiza. Su corazón se enterneció de inmediato con la cándida imagen de aquella criatura frente a él, que sonreía a pesar de su condición privada de libertad. Apenas había logrado grabar sus facciones en la memoria cuando aquella joven chica habíase marchado, temerosa y obediente, lejos de su presencia. Aquel trotamundo divagó entonces por primera vez sobre aquella ruta que había de tomar. Su razón empujaba a reivindicar el camino de errante que ya había comenzado e ignorar aquellos problemas ajenos a sus intereses. Su corazón, arremolinaba sentimientos confusos sobre la necesidad que le carcomía de proteger aquella criatura, de ser aquel salvador a sus ojos que la sacaría de su deplorable abismo para protegerla de allí en delante de la faceta dura y negra de la vida. Indeciso aún, recorrió las plantaciones aledañas para encontrarla, allí al fin, frente a él, él le habló para que se marchase con él.
-¿marcharme? ¿A dónde? –replicó la dama.
-lejos de aquí, a ningún lugar, acompáñame y serás libre – le respondió aquel trotamundo.
-¿lejos? ¿libre? soy libre, perfectamente libre, y he podido viajar desde la gran casa de piedra del Gran Señor hasta aquellos sembradíos de la colina. Ya conozco toda esa ruta.
-Me refiero a marcharnos mucho más allá, detrás de aquella colina y de otras veinte más –conocer nuevos lugares.
-¿pero si aquellos terrenos detrás de la colina están a cargo de otros esclavos del Gran Señor. ¿Por qué habría de ir para allá si el lugar que se me ha encargado cuidar es este?
 -Me refiero a no trabajar la tierras de tu señor, si no de irte y no estar más a su cargo. Libertad.
-¿Pero que más podría hacer mas que trabajar para él? –replicó ella en necedad- Adonde vaya el Gran Señor será mi dueño y tendré que trabajar para producir los alimentos. ¿De qué habría de comer entonces?
-El pan es un alimento que no satisface todo tipo de hambre. El alma por ejemplo  necesita otro tipo de combustible para continuar.
-Yo necesito solo el pan que me permitirá seguir trabajando para Mi Señor –le dijo aquella criatura, segura de que aquella frontera de la plantación era todo aquel mundo al que podía acceder y carecía de interés alguno en intentar descifrar las oportunidades que se perdían en olvido y anonimato.
El trotamundo se marchó, apesadumbrado, sin entender como un alma libre de ofrecer una sonrisa espontánea a un extraño fuese incapaz de distinguir entre los límites establecidos por ella  y aquellos impuestos por los demás.

Escrito por Dayadmg

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