El caballete:

Escritura semanal de pequeñas historias por un grupo de personas con mucha imaginación y poco tiempo libre.


5° ronda: Yin Yang

Palabras utilizadas:
 Yin Yang; ruido, hermandad.

                Toda su vida había cargado con incertidumbres. Todo despertar lo embargaba de dudas; que no se dispersaban hasta enfocar con totalidad la mente en el entrenamiento de espadas. La fuente de sus incógnitas era otro hombre; aquel que le miraba desde el espejo.  Tenía sus mismos ojos marrones, su misma cabellera desordenada y portaba en su pecho el mismo emblema familiar: el símbolo del Yin Yang. Era igual a él y a la vez opuesto. Mientras los reflejos de las demás personas obedientemente mimetizaban a su portador, aquel joven del otro lado del cristal le desobedecía. A veces escapaba largo rato fuera de su vista y a veces se le quedaba viendo fijamente como realizaba alguna actividad.  Su mirada a veces era triste; o nostálgica, de vez en cuando le dedicaba una media sonrisa furtiva de confidencia. Por ello solía evadir los espejos; sin embargo a veces en soledad espiaba alguno como si se tratase de una ventana, y observaba al otro deambular tranquilo por la estancia dentro del espejo; o sentarse en un diván (que a él también solía gustarle) a leer algún libro de derecha a izquierda; de vez en cuando hablar con algún otro reflejo. A veces incluso se preguntaba si el que estaba dentro del espejo era él.
Y lo que más le confundía era que al dormir soñaba ser el otro, a veces incluso recordaba haberse visto a sí mismo desde el otro lado del espejo; y al acabarse el sueño era cuando aquel similar a él cerraba sus ojos también para soñar ser él despertando. Oscilaba entre ambas existencias sin saber ya cual era real y cual creación; siendo la misma persona y a la vez muy diferente.
Había notado a lo largo de los años sus diferencias.
Él era abnegado al entrenamiento marcial y de guerra; el otro rehuía esos deberes a cambio de tenderse a meditar en el pasto.
Él era frío, rígido e introvertido; el otro era benevolente y solía jugar con sus sobrinos; reír con ellos en su espalda.
El tomaba decisiones rápidamente; el otro solía ser indeciso.
Él se enorgullecía de representar al clan; y de ganar sus victorias; el otro era indiferente a esa fidelidad.
Él solía ser infeliz por los grandes problemas; el otro solía ser feliz con pequeñas soluciones.
                Aquella otra mitad acababa cada día con su juicio; por lo tanto una tarde utilizó la totalidad de la magia que le fue conferida para atravesar el umbral de cristal que los separaba. El otro se levantó del diván a causa del ruido y lo encaró preparado, recordaba haber planeado eso en su sueño. El otro intentó esquivarlo pero logró matarlo algunos segundos después. Ensartó la espada en el pecho de su reflejo, justo en la mitad del emblema familiar; y sintió a su vez el dolor del metal en su corazón.
                Los ancianos de la hermandad mandaron a recoger el cadáver con la incredulidad marcada en el rostro. Habían tenido fe en aquel heredero; sin embargo a lo largo de las generaciones no todos habían logrado lidiar con ser los únicos en conocer los dos lados del corazón humano.

Escrito por: Daya.dmg el 26/mar


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